martes, 22 de mayo de 2012

El alfar sin vasijas (II)

Entre el barro y la arena las manos hundidas, sudorosa su frente y doloridas rodillas, Aurelio suspira. Llora en silencio el recuerdo. Toma con destreza del suelo una gran masa de arcilla que deposita en un estrépito gesto sobre el torno, y con hábiles movimientos de piés lo hace girar. Sin cambiar el semblante, ceño fruncido y mirada perdida, casi en unos instantes, de lo que fuera amorfo surgió una vasija. Con el mismo ademán cotidiano toma el objeto, lo lleva con cariño, con lentos pasos como quien mece a un bebé llega hasta el estante donde lo deposita en último lugar, con él acaba hoy su faena. Toma un jarro de agua y bebe, primero cortos sorbos, luego hasta ver su fondo de una tacada, sonríe. Mira entonces con detenimiento esmerado cada una de las piezas confeccionadas en el día, en cada una de ellas depositó una lágrima mientras la hacía, que ya la fresca brisa se encargaría de secar con lento pasar de horas.