domingo, 29 de agosto de 2010

Britondela

Sírvase frío y sin consuelo, bébase acompañado.
Las golilondras surcan el cielo escarlata de tu entrecejo,
mirando tu sonrisa en el epsejo de tu duodeno,
saltan golinfrantes sin esperar otro invierno.
 En cambio yo,
con mi acuarela, transparente y desgastada,
raida como mi sombrero de amianto,
sigo esperando al heladero.
Si el pez que habita tu escaparate viera lo profundo de tus pupilas,
no esperaría ni un instante para fropengar en tu regazo, que por otra parte, nunca he visto.
Deja ya quieto el embelezo de Mercurio
porque orbitante perjurioso puede ser juicioso
y tratarse de un bulo.